8 de febrero de 2010

Día 1

Día 1:

Maldigo a toda la tripulación, al capitán y a todos sus mozos. Parece ser que su suerte iba unida a su incompetencia, y se han visto encharcados hasta la cabeza. Huele a agua salada, y me encuentro en una playa de arenas más bien blancas, rodeado de los cadáveres de los susodichos marineros.

Me he puesto a quitarles los objetos personales a los muertos que yacen a mi alrededor. No son muchos, ni por asomo se acercan al total, pero la playa es grande y esta isla lo es mucho más. En definitiva, he conseguido un machete, una caja de cerillas, dos carteras de cuero sintético y, además de estos objetos que me pueden ser de gran utilidad, he extraído a uno de los mozos su anorak de plumas, visto el frío y la humedad que aquí se respira.

Toda mi ropa está mojada y el cielo está encapotado. Curiosa casualidad para un viajero que ahora no tiene destino...

Me he adentrado un poco en la densa selva que linda con las arenas. Allí me ha sido difícil recoger algo de yesca y un par de troncos no demasiado húmedos, pero ni siquiera he podido sacar un gozne de humo.

Suerte que mi pequeña libreta está intacta. A este paso se me va a llenar de lo lindo, pero supongo que no tengo nada que perder. He hecho una cosa de la que momentos después me he arrepentido: he colocado los cadáveres de mis compañeros en forma de cuña, haciéndome una barrera que me protege del viento, a cambio de un hedor más bien putrefacto. Allí me he quedado tumbado, pensando en mi família, en mi ciudad natal... He llorado, he maldecido. Finalmente, aunque no sé en qué momento, me he dormido.

Me he despertado por el aire gélido del mar. El hambre también ha contribuido al hecho de no poder dormir más... Tengo los labios cortados, y me saben a mar. He decidido hacer otra pequeña expedición por la selva, sin alejarme demasiado de la costa. Bendito el fruto de tu vientre, platanero! O eso creo yo... Me he comido unos cinco plátanos de golpe. Son plátanos gruesos, consistentes, parecen hechos de harina. Pero he devorado cinco exactamente. Ahora no sé si me siento demasiado lleno... He apartado las hojas de debajo del platanero bendito para señalizar de alguna manera el alimento tan preciado. Ahora estoy otra vez en mi fortaleza de cadáveres, esperando a que un helicóptero de rescate venga a por mi. Tal vez me vea, aunque no hago ningún esfuerzo. Estoy tan desganado...Sólo me apetece plasmarlo en el papel mojado.

Igor Vénides

3 comentarios:

  1. bien! primer visitate. Pero parece que no convence Jordi... jaja

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  2. este escrito habla de un hombre que se ha eprdido, el pobre no tiene done ir y se encuentras solo. Esta mu ybien conseguido ya que relatea perfectamente la situacion, yo haria algo asi con lois cadaveres y todo con las palmeras y cmiendo y todod eso biueno, ya que hay que sobrevivir, poder no dejar ka solitud de l mar y abandonar esa isla de la vkida en la lque te mantienes.

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